martes, 9 de diciembre de 2008

Pantobilloman otra vez

Ese día hacia un calor especial, pero no evitó que saliera a dar unas vueltas entre las nubes. Había estado desde temprano en la mañana sin escuchar ningún sonido de auxilio, ninguna alarma, ningún llamado. Así es que simplemente daría la última vuelta antes de comer algo.
De un momento a otro, y sin esperarlo, oyó un ligero aullido. Muy bajo, pero lo suficientemente necesario para que él lo escuchara desde esa altura. Y sin pensarlo otra ves, descendió con cautela y tratando de observar la curiosa situación.
Unas cuantas personas se detenían en aquel cerro para mirar hacia abajo, al parecer aquél aullido venia desde ahí, desde abajo. Todos miraban. Todos exclamaban su lamento por ese pequeño animal. Siempre es así, la gente pasa, mira, se lamenta, pero no es problema de ellos, así es que se van. Una linda pareja se detuvo, al parecer él ya había escuchado el llanto del perrito, pero no le dijo nada a ella en el camino. Ella se acercó, su curiosidad era mas fuerte cuando el llanto de un perro estaba de por medio. Así es que simplemente fue. El joven la acompañó, no la dejaría solo, pero ninguno hacia nada. Él, tan lento que no se movía, solo buscaba de donde venía el llanto, y no parecía tener el valor o el impulso para hacer algo, y ella comenzaba a ponerse nerviosa.
Es increíble que la gente sienta compasión, se lamente por algo, y no haga nada.
Así es que como no le dejó otra opción. Tuvo que bajar, sin tanta velocidad, era innecesaria, así es que simplemente bajó, sin mirar a nadie, sin decir nada a nadie. El Gran Pantobilloman se acercó, bajo solo pisando bien y afirmándose con fuerza de los árboles con el cuidado de no toparse con alguna espina, llegó hasta el cachorro, lo miro, le habló muy bajo, lo tomó y lo llevó hasta su pecho, y con el mismo cuidado subió hasta dejarlo en manos de la única persona que de verdad se preocuparía de dejarlo tranquilo y fuera de peligro…